Por Andrew Maynard
Tome una tecnología avanzada. Añada un toque de fantasía. Mezcle bien, y vea qué pasa. Es la receta perfecta para una superproducción de Hollywood, el escenario que frecuentemente nos imaginamos para las tecnologías emergentes. Pero el mundo real es por lo general mucho más mundano: menos del tipo “apocalipsis zombi” y más del tipo “adolescentes trolean una supercomputadora”. Y de acuerdo con el Top Ten de Tecnologías Emergentes del Foro Económico Mundial (FEM), no es tan malo.
Desde 2012, he sido parte de un grupo de asesores del FEM que compilan una lista anual de las tecnologías emergentes que están a punto de transformar nuestras vidas. La lista de este año incluye vehículos autónomos, blockchain (la tecnología detrás de BitCoin), baterías de última generación y una serie de otras tecnologías que están empezando a dejar su huella.
La lista está dirigida a la sensibilización en torno a tecnologías potencialmente transformadoras para que inversionistas, empresas, reguladores y los demás sepan lo que viene pronto al mercado. Es también una oportunidad para nosotros para pensar sobre lo que podría salir mal cuando las tecnologías maduren.
Problemas tecnológicos, soluciones tecnológicas
Es tentador preguntarse qué daños concretos podrían causar las tecnologías, como las de este año, y luego encontrar la manera de arreglarlos. Pero no se trata de los peligros como la forma en que convivirán los carros auto-conducidos con los humanos o de cómo evitar que las bacterias programadas genéticamente contaminen el medio ambiente, sino peligros mucho más sutiles peligros inherentes a las nuevas tecnologías.
Por ejemplo, “la inteligencia artificial (IA) en ecosistemas abiertos” y la forma en que las máquinas están combinando cada vez más la capacidad de entender una conversación normal con la capacidad de tomar una decisión sobre lo que escuchan. Se trata de una plataforma de tecnología verdaderamente transformadora. Pero ¿qué sucede cuando estos ecosistemas comienzan a escuchar las conversaciones privadas y las comparten con otros? Estas posibilidades plantean preocupaciones éticas y morales que no se resuelven únicamente con soluciones de alta tecnología.
Expandiendo nuestra concepción de lo que valoramos
Una forma de desentrañar los posibles impactos más sutiles de las tecnologías emergentes es pensar en el riesgo como una amenaza a algo de valor, una idea que está incrustado en un nuevo concepto conocido como Risk Innovation. Este “valor” depende de lo que es importante para diferentes personas, comunidades y organizaciones.
La salud, la riqueza y un medio ambiente sostenible son claramente “cosas de valor” en este contexto, al igual que los medios de vida, y la comida, el agua y el refugio. Pero también podemos extender la idea a cosas menos convencionales de riesgo: amenazas a la autoestima, por ejemplo, o la cultura, la sensación de seguridad, o a la equidad. Cosas que nos definen como individuos y comunidades, lo que nos da un sentido de propósito y de pertenencia.
Amenazas como estas no son fáciles de captar. Sin embargo, tienen un profundo impacto en la gente, y como consecuencia, sobre cómo las nuevas tecnologías se desarrollan y utilizan. Pensar en el riesgo como una amenaza para el valor es especialmente útil para la comprensión de las posibles consecuencias no deseadas de la innovación tecnológica y cómo podrían evitarse.
El más mayor riesgo de todos
Lo que surge cuando el riesgo se plantea como una amenaza para el valor es una manera mucho más rica de pensar sobre cómo las tecnologías emergentes podrían afectar a las personas, comunidades y organizaciones, y la forma en que se pueden desarrollar con responsabilidad. Es un enfoque que nos obliga a darnos cuenta de que las consecuencias del desarrollo de nuevas tecnologías son complejas, y tocan a las personas de diferentes maneras, no todas para mejorar.
Cada una de las 10 tecnologías del Foro Económico Mundial tiene el potencial de amenazar algo de valor a alguna persona u organización, y comprender eso es esencial para lograr los beneficios a largo plazo que cada tecnología promete. Y aquí, tal vez, está el mayor riesgo: que por nuestro entusiasmo para desarrollar estas tecnologías, o nuestros temores inspirados en Hollywood de riesgos potenciales, perdamos de vista el valor de desarrollar nuevas tecnologías que mejoren nuestro mundo realmente, y no sólo lo hagan diferente.
Fuente: GE Reports LATAM