Apunte diario sobre letras hipnóticas
21 de octubre de 2024
Por Arturo Vásquez Urdiales
En el corazón del distrito de Tlacolula de Matamoros, Oaxaca, el paraje conocido como la Cruz de Piedra, no lejos de las ruinas prehispánicas de Yagul, esconde un secreto que solo unos pocos conocen, y menos aún comprenden. Pedro, un hombre de semblante sereno y con una sonrisa discreta, tiene un restaurante familiar a pocos metros de las legendarias ruinas. Su relato, acompañado del inconfundible olor a tlayudas recién hechas, es a la vez fascinante y perturbador.
“Lo primero que escuché fue un zumbido”, comenta Pedro mientras limpia un vaso con un paño desgastado por el uso. “Era como si la tierra misma vibrara. Miré hacia el cielo, y ahí estaban. No era la primera vez, pero cada vez es igual de impactante. Salen y entran por algún lugar detrás de las ruinas, justo entre la 1 y las 3 de la mañana.”
Según Pedro, lo que ha presenciado casi a diario son naves. “No sé cómo explicarlo. No hacen ruido como los aviones o helicópteros. Es más… limpio. El cielo se ilumina y, de repente, desaparecen. Parece un portal, algo que solo ellos entienden.” El brillo en sus ojos sugiere que ha intentado racionalizar lo que ha visto, pero su experiencia lo deja sin palabras.
Las ruinas de Yagul, un sitio arqueológico de suma importancia en la historia zapoteca, parecen custodiar un secreto ancestral. Pedro no es el único testigo; varias personas del pueblo han confirmado avistamientos similares, y algunos incluso se reúnen en las noches, al abrigo de la oscuridad, con la esperanza de captar un vistazo de lo desconocido. “No es algo que imaginas”, dice Pedro con un tono de seguridad. “Es real, y hay noches en las que hasta 20 personas han venido a verlos conmigo. Siempre vuelven. Es como si supieran que los estamos esperando.”
El fenómeno ha captado la atención de curiosos, escépticos, y aquellos que buscan respuestas más allá de lo evidente. Pedro menciona que algunos han traído cámaras y telescopios, aunque “no es fácil captarlas”, asegura. “Van demasiado rápido o desaparecen antes de que logres enfocar.”
Pedro no sabe cómo describir a los platos azules de luz de gran intensidad que se observan salir de ese umbral, increíble paso entre dimensiones y un fenómeno muy oaxaqueño.
Las teorías sobre el paraje de la Cruz de Piedra son variadas, pero todas apuntan a la idea de un portal interdimensional. “He escuchado a los ancianos del pueblo hablar sobre la energía de este lugar”, comenta Pedro. “Dicen que estas tierras han sido sagradas durante siglos, y que lo que vemos es solo una parte de lo que ocurre aquí.”
La carretera Panamericana, que conecta el valle con el istmo de Tehuantepec, pasa cerca de este misterioso lugar, pero pocos viajeros se detienen lo suficiente como para notar algo inusual. “La mayoría pasa de largo”, dice Pedro, encogiéndose de hombros. “Pero quienes se quedan… no olvidan lo que ven.”
Las naves que describen los testigos varían en forma y tamaño, aunque todas comparten una característica común: su velocidad y la forma en que desaparecen en el aire, como si entraran en otra dimensión. Pedro, aunque ya familiarizado con estas apariciones, sigue sintiendo una mezcla de asombro y respeto cada vez que presencia el fenómeno. “No sé lo que buscan, ni por qué siempre vuelven. Solo sé que están ahí.”
El silencio de la noche oaxaqueña, roto solo por el canto de los grillos, parece el escenario perfecto para encuentros con lo inexplicable. Pedro termina la entrevista con una reflexión. “No me asusta. Al principio sí, claro, pero ahora… ahora siento que solo somos observadores, como ellos lo son de nosotros. Tal vez, algún día, entendamos lo que quieren mostrarnos.”
Tlacolula, con su riqueza cultural y su legado zapoteca, sigue siendo un lugar de misterio y asombro. Y en la Cruz de Piedra, entre el cielo y la tierra, las fronteras de lo posible parecen desdibujarse cada noche.
“Yo creo que mucho tienen que ver las zonas arqueológicas con los fenómenos de esta naturaleza.”
De ese portal también han salido seres extraños
Nota del A. Pedro no se llama Pedro, más solicito no hacer público su nombre.
Urdiales Zuazubizkar fundación de letras hipnóticas ac © ®
Queridos 3 lectores les invito a compartir esta columna.