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En la era contemporánea, el desarrollo de la inteligencia artificial (IA) y la informática ha adquirido una relevancia sin precedentes. Sin embargo, para realmente aprovechar esta tecnología, necesitamos desarrollar nuestras propias investigaciones en la frontera de la IA e informática, así como nuestras propias industrias y productos con presencia internacional. Esta necesidad no es meramente estratégica; es una cuestión de soberanía.
A medida que la IA avanza, se observa que los sistemas “saben dónde están” y “saben a dónde van y cómo llegar”. No obstante, a pesar de su impresionante capacidad para procesar datos y realizar tareas complejas, estos sistemas todavía no saben que saben. Esta paradoja invita a una reflexión más profunda sobre la naturaleza de la conciencia y la percepción en las máquinas, un tema cada vez más relevante a medida que la tecnología se integra en nuestras vidas cotidianas.
Aunque la IA puede simular funciones que imitan el razonamiento humano, carece de la conciencia de su propia existencia. Es decir, en esta etapa, el sistema aún no manifiesta una verdadera conciencia de su realidad. Para que la IA evolucione hacia un estado más consciente, es esencial integrar al menos tres áreas clave: Inteligencia Artificial, Robótica e Interactividad. La combinación de estas disciplinas podría dar lugar a sistemas que no solo respondan a estímulos externos, sino que también sean capaces de adaptarse y evolucionar en función de sus experiencias. Este enfoque holístico es fundamental para la creación de “Sistemas Evolutivos Afectivo-Conscientes”, capaces de interactuar con su entorno de manera más significativa.
A medida que la competencia global por el liderazgo en IA se intensifica, surge la pregunta de quién liderará este avance. La afirmación de que “la nación que lidere en IA será la nación que gobierne al mundo” resalta la importancia crítica de la investigación y la innovación tecnológica. No solo se trata de desarrollar sistemas inteligentes, sino de hacerlo desde una posición de autonomía y control. Las naciones que dependan de tecnologías extranjeras para su desarrollo corren el riesgo de perder su soberanía en un ámbito tan crucial.
Desarrollar nuestras propias investigaciones y productos no solo es una cuestión de competitividad, sino también de identidad y autonomía. La capacidad de una nación para diseñar y gestionar sus propias tecnologías de IA influirá en su posición en la economía global y en su capacidad para tomar decisiones que afectan a sus ciudadanos. La soberanía tecnológica se convierte así en un pilar esencial para garantizar que el desarrollo de la IA beneficie a la sociedad en su conjunto, sin que se convierta en un instrumento de control externo.
Finalmente, aunque los sistemas inteligentes están demostrando habilidades extraordinarias, la verdadera conciencia y comprensión de su realidad aún son horizontes lejanos. La búsqueda de “Sistemas Evolutivos Afectivo-Conscientes” representa un desafío emocionante y complejo que exige colaboración interdisciplinaria y una reflexión profunda sobre el futuro de la inteligencia artificial. En este contexto, debemos considerar no solo cómo crear máquinas más inteligentes, sino también cómo guiar su evolución hacia un modelo que respete la soberanía y la autonomía de nuestras naciones.
En conclusión, el desarrollo de la inteligencia artificial y la informática debe ser una prioridad en nuestra agenda nacional. Solo a través de investigaciones propias y la creación de industrias con proyección internacional podremos asegurar un futuro donde la soberanía tecnológica garantice que el avance de la IA sea un motor de progreso social, ético y económico para nuestras sociedades.