Por: Dr. Reynaldo Treviño Cisneros.
He decidido llamar a la estilización de ciertas flores, bastante conocidas por muchos, como si se tratase de criaturas existentes en Neptuno o en Plutón.
No hay ninguna razón fundante para arropar semejante nomenclatura.
El nombre remite a la idea de que, aunque el ser humano lograra arribar algún día a esos planetas, sólo podrán comprobar mi suposición muchos siglos después, y yo ya no estaré aquí para sentir algún reproche por haber exagerado.
Sin embargo, ¡qué tal que el asombro ante la magia de nuestras flores terrestres pueda darse una vez más por los astronautas después de fatigosos viajes saltando de planeta en planeta!
La técnica puntillista me parece apropiada para presentarnos la proeza de las manos de Dios. Él ha hecho brotar de un mismo suelo de barro mojado la gloria de una variedad infinita de formas, texturas, aromas y colores que proviene de simples semillas. Éstas, humildes como muchas cosas del mundo, llevan ya dentro de sí el germen de su gran atractivo una vez convertidas en plantas y flores. Son seres que nacen para alegrarnos la existencia, y muchas de ellas se han vuelto símbolos de los sentimientos humanos más sublimes.
Su capacidad simbólica ha trascendido en muchos casos el tiempo. Concretizan predilecciones históricas que hemos ido forjando a lo largo de los siglos y al devenir de las culturas: rosas, tulipanes, orquídeas, pensamientos, violetas, gerveras, alcatraces, cardos, flores de nochebuena, de jacaranda, del tabachín, aves del paraíso, lirios, azucenas, girasoles, nenúfares, amapolas, camelias, flor de cempasúchil, claveles, alhelíes, flores del manzano o del cerezo, flores de lavanda, gladiolas, margaritas, nube, magnolias, otras flores campiranas que cubren grandes extensiones y embellecen el paisaje, y más…El infinito…
¡Inspiración permanente de poetas, pintores, compositores de canciones inolvidables, arquitectos, danzantes y, sobre todo, de levanta amores! ¡El hombre y la mujer rendidos por siempre ante la creación!
