La niña de Guatemala, la que se murió de amor.

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Apunte diario sobre letras hipnóticas.

Por Arturo Vásquez Urdiales

25 de marzo de 2024

La niña de Guatemala, la que se murió de amor.

José Martí y un amor que dejó morir

En el éter de la historia, José Martí emerge como un protagonista en el enigma de la niña de Guatemala, cuya sombra se despliega como el trágico eco de un amor no correspondido

Con la elegancia de un poeta y la solemnidad de un héroe, Martí danza entre la dualidad del compromiso y la pasión, entre la promesa y el deseo.

Su llegada a Guatemala, en el cálido abril de 1877, fue un preludio de destinos entrelazados. En el tumulto de las letras y las veladas literarias, encontró a María García Granados, la musa que encendió el fuego de su corazón

Sin embargo, las cadenas del deber lo ataban a una promesa de matrimonio con otra.

Al retornar con su esposa, Carmen Zayas Bazán, Martí desoyó el clamor de María, sumergiéndola en un océano de desesperación y desamor.

Ella le escribió una carta, hoy en el museo de Guatemala, y le increpa:

“… José ¿Porqué me evitas? … ¡Ven pronto a verme!…”

Su ausencia, más fría que el abrazo del invierno, la llevó a un final trágico, donde las aguas del río se convirtieron en el sepulcro de su alma marchita.

“…Ella se ahogó sin causa en el río cercano, dicen que murió de frío…Yo se que murió de amor…”

A sus exequias asistió toda la gente de Guatemala, Martí desde el fondo y en la distancia del sepelio, solo y despreciado no se acercó al féretro, ¿le faltó ánimo, le faltó humildad, le faltó gallardía? Le faltó amor?

¿Fue Martí un héroe o un verdugo en este drama de pasiones y desdichas? Su actitud, envuelta en la neblina del tiempo, deja espacio para la reflexión.

¿Acaso su deber y honor eclipsaron la delicadeza de los sentimientos ajenos? ¿O fue su indiferencia un acto de crueldad disfrazado de rectitud?

Ponderar su actitud es adentrarse en un laberinto de contradicciones, donde la luz de la verdad se entrelaza con las sombras del egoísmo humano. Martí, el héroe de la libertad y la justicia, se ve confrontado por el espejo de su propia fragilidad emocional.

En este trance, se alza la voz de la crítica, que clama contra la violencia del desamor, la injusticia de la indiferencia y la crueldad de la negligencia. La niña de Guatemala, María García Granados, cuyo nombre se desvanece en el susurro del viento, se convierte en el símbolo de todas aquellas que sucumben ante el peso de un amor no correspondido, de una pasión no comprendida.

En el corazón de este relato yace una lección que trasciende el tiempo y el espacio: la necesidad de empatía, de comprensión y de respeto hacia los corazones vulnerables. Martí, el héroe caído en el laberinto del amor, nos recuerda la fragilidad de nuestra humanidad y la importancia de cultivar la compasión en nuestros actos y decisiones.

En el rincón más oscuro de la historia, María García Granados y José Martí danzan en un eterno vals de luces y sombras, recordándonos que en el telar de la vida, cada hilo está entrelazado con el destino del otro.

Respecto a las circunstancias políticas en Guatemala y Cuba en ese momento:

En Guatemala, a fines del siglo XIX, la situación política era tumultuosa. El país había experimentado numerosos conflictos internos y enfrentamientos entre diferentes facciones políticas. En 1871, el gobierno conservador de Miguel García Granados fue derrocado por Justo Rufino Barrios, quien implementó una serie de reformas liberales y modernizadoras.

Sin embargo, su gobierno también fue criticado por su autoritarismo y por la represión de opositores políticos.

En Cuba, por otro lado, la lucha por la independencia contra el dominio español estaba en pleno apogeo.

El Movimiento Independentista Cubano, liderado por figuras como José Martí, buscaba liberar a la isla del yugo colonial español. Martí fue una figura clave en la organización y movilización de los cubanos exiliados en Estados Unidos y otros países para apoyar la causa independentista. Su trabajo como escritor, periodista y líder político fue fundamental para la eventual guerra de independencia cubana, que estallaría en 1895, poco después de su muerte.

La rola

Quiero a la sombra de un ala

Contar este cuento en flor

La niña de Guatemala

La que se murió de amor

¡Ay!, eran de lirios los ramos
Y los orlas de reseda

Y de jazmín la enterramos en una caja de seda

Ella dio al desmemoriado
Una almohadilla de olor

Él volvió, volvió casado, ella se murió de amor

Iban cargándola en andas
Obispos y embajadores

Detrás iba el pueblo en tandas, todo cargado de flores

Ella por volverlo a ver

Salió a verlo al mirador

Él volvió con su mujer, ella se murió de amor

Como de bronce candente
Al beso de despedida

Era su frente, la frente que más he amado en mi vida.

Se entró de tarde en el río
La sacó muerta el doctor

Dicen que murió de frío, yo sé que murió de amor

Allí en la bóveda helada
La pusieron en dos bancos
Besé su mano afilada, besé sus zapatos blancos, ¡ay!

Callado al oscurecer
Me llamó el enterrador
Nunca más he vuelto a ver

A la que murió de amor, ¡ay!

De Óscar Chávez

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URDIALES Zuazubiskar fundación de Letras hipnóticas A.C.
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